Esquina del cielo me llegan
Porque te miro y no sé de que esquina del cielo me llegan las palomas,
se adormece la luz y se hunde el recuerdo más allá
de la arena donde duermen los barcos asfixiados;
y si alza palabras de tu boca el ensueño distante
es como si la lluvia me cayese en un fondo amarillo de soledades muertos.
Porque estaba desnudo el cielo y sorda la pulsación de las orillas
cuando me sentí como un niño, solo en la mitad de la selva caliente;
y si echaba a rodar mi grito fuera de lágrimas y miedos
lo veía tornar a mí, rotas las alas, a hundir el pico en mi garganta.
Fuerza, fuerza para responder a cada luz con un gusano pequeñito;
fuerza también la que me obliga a verte con un suspiro exangüe entre las manos;
y más fuerza para decir que las estrellas están aún vivas,
cuando se sabe que ya no hay otra cosa que esperar más que la muerte.
Pero no quiero saber la propia fiesta de canciones desnudas;
no, no quiero tu engaño desde el mar ni la compasión de tantas azucenas
cuando estoy aquí solo, con el olvido de las lágrimas,
hundido tu recuerdo entre las manos para
sembrarlo lejos de mí, por las auroras infinitas del mar...
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